Lech Kowalski articula East of paradise como un doble confesión. Una mujer de ochenta años, Maria Werla cuenta frente a la cámara su experiencia en el Gulag soviético. Maria era hija de una familia polaca que estuvo obligada a abandonar su país natal durante la guerra. Después de un largo viaje se encontró en Siberia, donde aprendió a sobrevivir y tuvo que afrontar un doloroso camino para reencontrar su propia libertad. La memoria oral fluye de forma prodigiosa, como si el deseo de testimoniar la llevara a construir un relato donde resucita personajes que se cruzaron en su existencia y revive momentos de angustia insoportable que destruyeron su propia juventud. Su palabra evoca la tristeza y provoca un sentimiento de impotencia ante los rumbos de una historia oculta –las purgas estalinistas- que selló numerosas vidas. Tal como reconoce, Maria Werla su juventud estuvo en manos del poder.