Jacques Perrin fue galardonado como mejor actor en el Festival de Cine de Venecia de 1966 por su entregada interpretación de un joven escritor que se vuelve loco. Alienado, neurótico y consumido por la culpa, el personaje interpretado por Perrin reniega de la realidad, de su trabajo y comienza a pensar en el suicidio antes de ser enviado a un manicomio para recibir terapia de shock. Tras escapar de allí, regresa a la casa de su infancia, donde descubre las causas de su estado actual.