Yerma desea un hijo. Para ella el hecho de ser madre es un ideal del amor, es su liberación y una forma de vencer a la muerte. Cree necesario el ardor en el amor de Juan, su marido, como condición para concebir, y así Yerma acusa a éste, y a su falta de pasión, de ser culpables de su infertilidad. Sólo su sentido de la casta y la honra impiden que se entregue a Víctor, hombre con el que está segura podría tener ese hijo tan anhelado.