Tomás Manrique fue el primer miembro de una familia que, en plena época de La Violencia, se embarcó en la aventura de probar suerte en la gran ciudad. Burgués de cuna, no pudo asimilar la vida de trabajos que la urbe le exigía y, muy pronto, descubrió por accidente que el robo era la forma más efectiva de conservar el statu quo al que estaba acostumbrado. Pero con esta decisión, seguida luego por su hijo Pedro en la mafia de las apuestas, condenó su apellido a una sentencia trágica: “Ningún varón de los Manrique morirá de viejo”. Esta es la historia de una familia que, en medio de amores y odios tan profundos como sus arrepentimientos, creó una organización delictiva que nació por accidente, se fortaleció por decisión propia, intentó integrarse a la sociedad y sucumbió trágicamente al crear un mundo paralelo al de la legalidad.
